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Cinco homicidios, una misma trama: la violencia que nace de adentro

Rafaela cierra 2025 con cinco muertes violentas. Los casos dejan un patrón claro: no se trata de robos al voleo ni de entraderas, sino de conflictos personales, disputas territoriales y violencias que se incuban dentro de la propia trama social.

Policiales19/12/2025RedacciónRedacción
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El asesinato de Lucas Suárez, ocurrido el 18 de diciembre en barrio 2 de Abril, no solo sumó una víctima más a una estadística dolorosa. También terminó de delinear un mapa que obliga a mirar la violencia urbana sin simplificaciones ni consignas fáciles. Rafaela cerró 2025 con cinco homicidios, todos distintos en su forma, pero con un hilo conductor que se repite: ninguno respondió a hechos de inseguridad clásica como robos, asaltos domiciliarios o ataques al azar.

El año comenzó el 2 de mayo con el crimen de Matías Barberán, un joven de 24 años asesinado de un disparo en la cabeza en la vía pública. La investigación rápidamente apuntó a un conflicto previo y a un entorno conocido, lejos de cualquier intento de robo. Días más tarde, el 10 de mayo, la ciudad quedó sacudida por un femicidio brutal: Marta Estela Culasso Arbore fue asesinada en su propia casa. Allí, la violencia no vino de afuera, sino del ámbito íntimo, de una relación atravesada por el control y el poder.

El tercer homicidio llegó el 24 de agosto, cuando Daniel Stéfano fue baleado en calle Gálvez. Nuevamente, las pruebas y las detenciones posteriores mostraron un escenario de enfrentamientos personales, no un delito ocasional. En noviembre, el barrio 2 de Abril volvió a quedar en el centro de la escena con el crimen de Iván Ávila, otro episodio de violencia armada ligado a disputas internas y viejas tensiones.

El cierre del año fue el más reciente y, quizás, el más revelador. Lucas Suárez murió tras una discusión en plena vía pública, en una esquina del mismo barrio que ya había sido escenario de otros hechos graves. No hubo intento de robo. No hubo entradera. Hubo una pelea, un arma y un desenlace irreversible.

El repaso de los cinco casos deja una conclusión incómoda pero necesaria: la violencia letal que atraviesa a Rafaela no responde, en estos episodios, a una ciudad tomada por el delito común. Responde, en cambio, a conflictos interpersonales mal resueltos, a disputas de territorio, a lógicas de bandas y a una naturalización peligrosa del uso de armas para saldar diferencias.

Esto no minimiza el dolor ni relativiza la gravedad de cada muerte. Al contrario. Obliga a pensar políticas públicas que vayan más allá del patrullero y la estadística fría. Prevención social, abordaje de consumos problemáticos, desarme, intervención temprana en conflictos barriales y presencia estatal sostenida son parte de una discusión que no puede seguir postergándose.

Cinco homicidios son cinco tragedias irreparables. Pero también son una señal clara: la violencia que más mata no siempre entra por la ventana. Muchas veces, se gesta puertas adentro.

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