
Ante el aumento de su presencia durante los meses de calor, el Gobierno municipal comparte una serie de medidas preventivas para reducir el riesgo de accidentes.
Se guardaron desde 2005 en el hospital de Rafaela, ya que un médico se negó a descartarlos como residuos patogénicos; la Justicia entendió que debían tener un certificado de defunción y ser sepultados
Locales03/07/2023
Redacción
Cuando su hermana le dijo que le había llegado una carta de un juzgado, Bernabela González, de 32 años, no mostró interés. Pensó que era una multa. “Paso esta tarde a tomar unos mates y me la das”, le dijo. Pasó, charlaron, matearon y se despidieron. No se acordó de la carta. Intrigada, la hermana la abrió mientras la llamaba para recordarle el tema. “Ya te dije, debe ser otra multa”, dijo Bernabela. Del otro lado, silencio. “No… No creo. Dicen que tenés que presentarte por algo de los bebés”, fue la respuesta que llegó apenas con un hilo de voz.
Así se enteró de que la historia de sus mellizos, que hacía diez años habían nacido muertos a los seis meses de gestación en el hospital de Rafaela, no había terminado. Porque fue justamente así –vía cédula judicial– como el Juzgado Civil y Comercial de Tercera Denominación de la provincia de Santa Fe notificó a 241 mujeres de la irregular situación en la que se encontraban los cuerpos de sus hijos, que nunca les habían sido entregados por su corta edad gestacional: en un armario del hospital Dr. Jaime Ferré habían encontrado 257 frascos (algunos eran mellizos) que conservaban los “cuerpos de bebés por nacer”, tal como sostiene el escrito judicial, fallecidos por muerte no provocada en el seno materno entre 2005 y 2020.
La historia parece inverosímil. Quizá lo más llamativo es que esas mujeres hayan sido notificadas de esa forma de la existencia del cuerpo de su hijo y de que podían (no era obligación) recuperarlo e iniciar el trámite para finalmente enterrarlo y cerrar años de tanto dolor. Las notificaciones llegaron a las casas de las madres en junio y julio de 2021.
“Eran fetos de embarazos que se interrumpieron antes de la semana 20 o que habían pesado menos de 500 gramos”, explica el abogado Pablo Possetto, que patrocinó la demanda judicial. Según se explica en el fallo, los responsables del área de anatomía patológica del hospital se habían negado a descartar los cuerpos junto a los residuos hospitalarios, como es la práctica habitual, que desde distintos sectores se viene cuestionando. Sin embargo, al conservarlos en el laboratorio, se había generado una amplia colección de frascos con nonatos que permanecían allí en una suerte de limbo sin destino. Legalmente había que hacer algo para resolver la situación: debían ser inscriptos en el libro de defunciones del Registro Civil local, había que generar un acta de defunción prenatal por cada uno y debían ser entregados a cada madre, con la correspondiente “licencia de inhumación de los restos para proceder a su sepultura”, indica el fallo, que lleva la firma de la jueza Ana Laura Mendoza.
Sin embargo, desde que fueron notificadas solo seis mujeres se presentaron a pedir los cuerpos de sus hijos y participaron de todo el trámite que suponía, con gastos de sepelio y traslado, misas y entierros en el cementerio. Muchas otras averiguaron, pero no avanzaron, mientras que la mayoría no se atrevió a reabrir esa etapa dolorosa. Ahora, ante el bajo nivel de respuesta, las autoridades del hospital y la Justicia deben resolver qué van a hacer con los fetos que permanecen en las estanterías del laboratorio.
La intención del médico que impulsó la demanda, Jorge Pérez, jefe de anatomía patológica del hospital, era que fueran enterrados de forma conjunta en el cementerio local. Sin embargo, la Justicia entendió que no era tan sencillo: que había que labrar actas de defunción y permisos de inhumación, notificar a las familias y permitirles hacer ellas mismas ese proceso. Incumplidos los plazos judiciales, ahora el hospital debe decidir qué hará con esos cuerpos: hasta donde pudo saber LA NACION, solo se habían labrado las actas de los bebes cuyas madres se presentaron. Esto, teniendo en cuenta que existe una medida judicial que así lo manda. Este diario consultó al director del hospital, Emilio Scarinci, pero no obtuvo respuestas. Tampoco contestó el intendente de Rafaela, Luis Castellano.
Con la carta en las manos
Cuando leyó toda la información que contenía la cédula judicial, Bernabela sintió que iba a colapsar. Había un teléfono para llamar. Toda su historia contenida, todo el sufrimiento de tantos años, todas esas preguntas sin respuesta, se le habían metido de golpe en el torrente sanguíneo y sentía que el corazón le iba a explotar. “No puede ser”, repetía, mientras sus lágrimas caían sobre la carta. Se acordaba de las caritas de sus mellizos, Máximo y Lola, de esos microsegundos en que aguantó verlos, antes de desviar la mirada y hundirse en esa tristeza de una década. Estaban como dormidos, acurrucados. Esas manos, esa mininariz, esos gramos que pudo sostener en su mano –apenas 400 la nena y 450 el varón– hasta que se los llevaron. Le dijeron que iban a ir a Rosario “en un tubo”, que se iban a usar para investigación. En cambio, según decía la carta, tenía la posibilidad de volver a verlos, de enterrarlos, de cerrar esa historia. O de volverla a abrir, y quedar otra vez atrapada en ese dolor que pocos comprenden y que a ella le sacó las ganas de todo, incluso de volver a ser madre.
Lloró, grito, aguantó el impulso de salir corriendo y meterse al hospital a buscar los cuerpos, experimentó la bronca de no haber sabido, habló mucho con su familia. Hasta que dos horas antes de que la cita que le habían dado, no pudo más y llamó. Todavía tenía que esperar. Cuando finalmente la atendieron, Pérez en persona le explicó: sus hijos, que habían nacido sin vida el 26 de noviembre de 2012, luego de que hubiera roto bolsa, estaban conservados en dos frascos con rosca en el hospital. Si quería, podía ir a buscarlos, pero antes había que iniciar el trámite.
“Mi intención, cuando presentamos la demanda era que se resolviera la situación de todos estos bebés. La realidad es que desde 2005, cuando asumí como jefe del servicio, todos los fetos sin vida que llegaron al laboratorio, luego de ser analizados para determinar las causas de las muertes, fueron conservados en frascos con formol al 10%. Nunca me pareció un acto de humanidad descartarlos con los residuos patógenos, como puede ser un tumor o una vesícula. Fue una decisión compartida con los miembros de mi equipo. Hace algún tiempo, en una conversación con Possetto le comenté que me parecía importante que recibieran sepultura. Mi intención era pedir autorización para llevarlos todos juntos al cementerio, pero caímos en cuenta de que esto tenía otra complejidad. Desde el hospital siempre me apoyaron, sí me pidieron que esto no generara más gastos, pero claro no es sencillo destinar el personal que se requiere para completar todas las instancias de los trámites necesarios. Solo puedo decir que las mujeres que vinieron primero estaban shockeadas, pero después muy agradecidas. Algunas mamás, incluso, pidieron ver los cuerpos fuera de los frascos y acompañamos ese momento con mucho respeto y resguardo”, describe Pérez.

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