Ni el presidente de los Estados Unidos ni el Papa quieren recibir a Alberto Fernández

Curiosidades 05 de febrero de 2023 Por Director
Las razones del deterioro de la relación del presidente argentino con Joe Biden y el Papa Francisco.
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Alberto Fernández consiguió el máximo objetivo de todo político: ser presidente de la Nación. Obviamente, la “bendición” de Cristina Kirchner fue clave porque ella tenía la mayor cantidad de votos, si bien también necesitaba los que él le sumaba para volver al poder, ahora como vicepresidenta. Pero el costo político que está pagando por tratar de complacer a su mentora es enorme, pese a que ella no quiere saber nada con él, y mucho menos que quiera ser nuevamente candidato a presidente.

Es sorprendente la inmolación política de Alberto Fernández luego de haber sido un severo crítico de muchas cosas de las presidencias de Cristina, cosas que terminó haciendo él mismo. Tras una consideración popular altísima al inicio de la cuarentena, apareciendo junto al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, en las ruedas de prensa, decidió quitarle fondos de la coparticipación y comenzar una fuerte confrontación con él y toda la oposición.

Poco después anunció el envío de un proyecto para expropiar la empresa agropecuaria Vicentín que causó enorme alarma por su intento de avanzar sobre la propiedad privada, al punto de que debió volver sobre sus pasos. La inexplicable resistencia a la adquisición de las vacunas norteamericanas contra el covid -optó por la rusa- ocasionó una demora en la inmunización masiva que provocó más muertes, difíciles de cuantificar, pero ciertamente muchas.

Su actitud de confrontación había disgustado al Papa, favorable al diálogo y la búsqueda de consensos para afrontar los graves problemas del país. El malestar papal creció cuando el presidente decidió promover con fuerza la legalización del aborto en el peor momento de la pandemia y luego de haberle pedido ayuda para la renegociación de la deuda con el FMI gracias a la buena relación de Francisco con su directora, Kristalina Giorgieva.

Después trascendieron actitudes escandalosas como la celebración del cumpleaños de su compañera Fabiola, en la residencia de Olivos en plena cuarentena. Y el hecho de que varios conspicuos kirchneristas tuvieron el privilegio de recibir la vacuna antes del tiempo que les correspondía. Para colmo, en vísperas de la invasión rusa a Ucrania, fue a ofrecerle a Vladimir Putin ser su “abre puertas” en América Latina.

En fin, su cercanía con dictaduras como la cubana, la venezolana y la nicaragüense no cayeron bien en Washington (en la Cumbre de las Américas lamentó que Estados Unidos no haya invitado a esos países), al igual que su desprecio por el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro. En la reciente reunión de la Celac en Buenos Aires dejó clara su simpatía con las autocracias regionales.

Si de la política exterior de Alberto Fernández se trata, podrían sumarse muchos otros episodios que lo alejaron de la Casa Blanca (su posición en las crisis institucionales de Bolivia y Perú, por caso). Lo cierto es que el presidente de Estados Unidos no viene mostrando la menor disposición a recibirlo. La cita, inicialmente prevista para julio pasado, se suspendió porque Joe Biden tenía covid y no fue reprogramada.

En cambio, Lula De Silva, a poco más de un mes después de haber asumido la presidencia de Brasil, será recibido este viernes por Biden. Increíblemente, ante el resquemor que provoca Alberto Fernández, el vínculo con la Casa Blanca -y el FMI- lo lleva Sergio Massa, considerado más confiable, con la asistencia del eficiente y respetado embajador argentino en Washington, Jorge Argüello.

El Papa también esquiva una reunión con el presidente de su país. Alberto Fernández tuvo un buen primer encuentro un mes después de haber asumido -cuando le pidió ayuda para la renegociación de la deuda con el FMI-, pero al año siguiente la segunda cita fue breve y fría. Desde entonces, el Vaticano envió sutiles mensajes a la Casa Rosada desalentando otra reunión.

Para profundizar el deterioro del vínculo con Biden y Francisco, Alberto hizo carambola el primer día del año, al anunciar que impulsaría el juicio para destituir a los miembros de la Corte. Washington no tardó en dejar trascender su desagrado. Poco antes -proféticamente- los obispos habían pedido no dañar las instituciones y respetar al máximo la Constitución.

Finalmente, resultó sintomático que Francisco -que no suele referirse a cuestiones concretas de la Argentina más allá de llamar al diálogo y la unidad en la diversidad- manifestó su preocupación por la extendida pobreza y la alta inflación que, si bien describió como flagelos que llevan décadas, sonó como una dura crítica al gobierno.

Aquel Alberto Fernández que aparecía como el “moderado” que aportaría racionalidad a un nuevo gobierno, inicia el último año de su gestión no solo despreciado por Cristina -a la que tanto procuró contentar- y sus adláteres, sino también dejado de lado por dos protagonistas mundiales que por sus perfiles bien podrían haber sido puntales.

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