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Ahogamientos infantiles: el riesgo silencioso que se multiplica en verano y puede evitarse

Con el inicio de la temporada estival, especialistas advierten que la mayoría de los accidentes acuáticos que involucran a niños y niñas son prevenibles. La clave sigue siendo una sola: la supervisión adulta constante.

Info. General14/12/2025RedacciónRedacción
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La llegada del calor reactiva una preocupación que se repite cada verano: los ahogamientos infantiles. Lejos de tratarse de hechos aislados o inevitables, pediatras y especialistas en salud coinciden en que se trata de una de las tragedias más prevenibles, siempre que exista una vigilancia adulta directa y sostenida.

En Argentina, el ahogamiento se ubica entre las principales causas de muerte no intencional en la infancia. El mayor riesgo se concentra en niños y niñas menores de cinco años, que no logran dimensionar el peligro que representa el agua, incluso en contextos que los adultos suelen considerar seguros.

Según explicó el pediatra Nicolás Morello, vicepresidente primero de la delegación Litoral de la Sociedad Argentina de Pediatría, en declaraciones recogidas por UNO Santa Fe, uno de los principales errores es la subestimación del riesgo. El especialista remarcó que los episodios no ocurren únicamente en ríos, piletas o playas, sino también dentro del hogar, en bañeras, baldes o recipientes con agua que quedan al alcance de los más pequeños.

Uno de los conceptos centrales es que la supervisión debe ser activa, directa e individualizada. No alcanza con “mirar de lejos” ni con asumir que otro adulto está atento. En reuniones familiares o espacios compartidos, esa falsa sensación de control suele derivar en segundos críticos en los que nadie está observando realmente al niño.

En el caso de las piletas domiciliarias, los especialistas insisten en que la seguridad no es opcional. Cercos perimetrales de al menos 1,30 metros, puertas con cierre seguro, rejas sin travesaños que permitan trepar y accesos restringidos cuando no hay adultos presentes son medidas básicas que reducen drásticamente el riesgo. “El cerco salva vidas”, repiten desde la Sociedad Argentina de Pediatría.

También advierten sobre una creencia extendida: que la natación o los flotadores reemplazan la vigilancia. La enseñanza acuática es positiva, pero un niño no desarrolla habilidades reales de autoprotección antes de los 4 a 7 años. Además, los únicos elementos de seguridad homologados son los chalecos salvavidas; los flotadores inflables no previenen el ahogamiento.

Otro punto clave es la capacitación en Reanimación Cardiopulmonar (RCP). Saber cómo actuar ante una emergencia puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, o evitar secuelas neurológicas graves. El daño cerebral, las parálisis y las internaciones prolongadas son consecuencias posibles cuando el rescate no es inmediato.

Los especialistas coinciden en que la prevención de lesiones infantiles debe abordarse con la misma seriedad que otras políticas de cuidado, como la vacunación o el uso de sistemas de retención en autos. El mensaje es claro: no se trata de prohibir el acceso al agua, sino de asumir la responsabilidad adulta de cuidar mejor.

En verano, el riesgo aumenta. Y con él, la necesidad de no bajar la guardia.

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